me encanta
y no puedo seguir hablando con él sobre su
bandanita, ni sobre sus rulos difíciles ni sobre la pena
de sostener un lazo cruel
entre nuestras constancias,
no puedo seguir yendo al baño y
besarlo contra las paredes lilas brillantes
acosadas por el sol cuadriculado
que se mete por la ventana,
NO
tampoco puedo seguir hurtando
su esencia de ese espacio poco útil y
pálido
forrado de palabras veinteañeras
de un fánatico musical y sus nenas
adoradas, tampoco puedo seguir leyendo
esa carta vieja y putrefacta
sin más remedio que el de alojarse en un página
gubernamental
y esperar la llegada de un nuevo concurso de panzas
rotas por el amor
por el amor de enfrente
me doy asco, pienso en esto y
pienso en ser la protagonista
de un impulso asesino
que nos destruya,
y a todo nuestro alrededor
provocando la tormenta que se lleve por las alcantarillas
esas plantitas tras las rejas
que nunca me animo a oler,
y también me siento a sudar pensando
en que hace un minutos le escribí un poema a su hermano
sobre cuánto me divierte
nuestro ritual de leernos
aunque sea a contramano e
importándonos
sí, soy sólo una chica que lo mira
en la terraza de su casa, en la reunión
de sus amigos y que se derrite si piensa
en verlo a la mañana siguiente, en
cogerse a su hermano y salir al pasillo
y darle un abrazo y que lo sienta
como la mejor introducción al ácido